Una consecuencia inesperada del desarrollo de la pandemia provocada por el coronavirus ha sido el surgimiento de diversos conflictos internacionales, en un contexto en el que la cooperación debería ser la prioridad.
La gran mayoría de los países desarrollados, además de las ventajas con las que cuentan desde la partida por sus mejores instalaciones hospitalarias y sistemas de salud avanzados, han logrado conseguir los insumos necesarios para combatir el COVID de manera rápida, haciendo valer una posición geopolítica y económica de mayor relevancia a nivel mundial.
En algunos casos, esta política agresiva de compra ha sido complementada por restricciones a las exportaciones, evitando la salida de los países ricos de productos sanitarios que habían sido comprados por terceros.
Esto ha afectado seriamente las posibilidades de acceso a los mismos bienes por parte de naciones de ingresos medios y bajos, por lo que los reclamos y quejas no se han hecho esperar en los foros internacionales.
Conflictos regionales y globales por la distribución de vacunas, incluso en lo que concierne al fondo COVAX de Naciones Unidas, han dejado al descubierto falencias en el sistema de cooperación internacional que dificultan seriamente las posibilidades de salir efectivamente de la pandemia.
Con una amplia parte del globo que todavía no ha logrado comenzar con las campañas de vacunación, la asistencia de los países ricos es vital. Solo una participación activa del mundo desarrollado en la lucha contra el COVID y la recuperación económica de las naciones con menos recursos podrá reconstruir esos lazos a futuro.