El COVID ha tenido un efecto devastador sobre las finanzas de los países y las familias. La gran depresión económica producto de las fuertes medidas restrictivas impuestas, como forma de contener el avance de la enfermedad, ha provocado el cierre de numerosas empresas en todo el mundo, con la consecuente pérdida de riqueza y empleo.
El avance en las campañas de vacunación comienza a hacer vislumbrar una esperanza de recuperación hacia el final del año, con el resurgimiento de las actividades que han sufrido el mayor impacto durante la pandemia, como el turismo y la gastronomía.
Una reducción sostenida en el número de contagios permite eliminar velozmente las limitaciones al movimiento de personas, y a la ocupación y reapertura de negocios. También el aporte de las instituciones y los organismos multilaterales de crédito puede tener un efecto decisivo para consolidar el proceso de rebote y crecimiento económico.
Los Derechos Económicos de Giro (o DEG) del Fondo Monetario Internacional, la condonación de deudas para los países más pobres y, en otro nivel, los aportes soberanos como el Recovery Fund de la Unión Europea, son instrumentos que permiten un reordenamiento de las finanzas y de las economías locales con un foco en la inversión y el desarrollo a futuro.
Sin embargo, no basta solo con que los bancos centrales consigan un aporte de dinero fresco para lograr salir de la crisis de una forma óptima. Un adecuado planeamiento del destino de los fondos es vital para consolidar reformas del tejido productivo que se traduzcan en un desarrollo sostenible a mediano plazo.
En este sentido, la política económica cumple un rol fundamental, identificando tanto las necesidades inmediatas, producto de la emergencia, como las oportunidades de modernización y mejora a futuro, que otorguen un mayor dinamismo y competitividad a la economía de los países.
Fomentar actividades con un alto valor agregado, como las que se vinculan con los servicios de la información y las nuevas tecnologías, es la mejor apuesta para una época de cambios e imprevisiones.
En estos casos, un rápido posicionamiento en el mercado es una ventaja fundamental frente a los competidores. Porque permite tanto capturar una importante masa de clientes que buscan satisfacer sus necesidades, como establecer un nombre que brinde confianza y seguridad una vez que el mercado madure y se sature de actores nuevos.
La emergencia COVID ha dejado en claro que se debe planificar y coordinar la política económica según una amplia variedad de escenarios. La pandemia del coronavirus, de acuerdo a lo señalado por especialistas, no será la última de este siglo.
En consecuencia, los países deberán estar preparados para enfrentar la próxima con mejores armas, que prevengan una crisis y den una respuesta más rápida a las necesidades de la economía.